En su origen el fandango es una danza cantada que se comienza a popularizar a partir del XVIII en Andalucía, que se repetirá a partir de estas fechas en numerosas tonadillas y otros géneros lírico-teatrales, así como en canciones y obras instrumentales de todo tipo. Pudo surgir en el ambiente teatral-tonadillero que se bailaba en Cádiz (puerta de América), traído por los que regresan de las Indias. A finales del XVIII ya forma parte del repertorio popular andaluz junto a la malagueña y el polo. Este fandango aquí descrito, sin embargo, representa una forma arcaica que no coincide en lo musical con lo que conocemos hoy como fandango andaluz, aunque sí existen algunos elementos comunes, como la cadencia andaluza con función de ritornelo o variación instrumental, que encontramos por ejemplo en el fandango del padre Antonio Soler, o en el "fandango indiano" atribuido a Doménico Scarlatti, entre otros muchos que existen en la literatura musical española del XVIII. Esta cadencia, como ya hemos explicado, es básica en la configuración de la tonalidad flamenca. Del frondoso árbol del fandango andaluz se desprenden numerosas variantes que agrupamos en fandangos comarcales y los naturales o personales también conocidos por artísticos y fandanguillos. Los fandangos comarcales son muy numerosos, diferenciándose claramente los de Huelva, provincia donde se han desarrollado numerosas variantes de los malagueños, con su característico ritmo abandolao (ver). Los personales o naturales son aquellos que determinados creadores flamencos han realizado según su particular apreciación del género sazonándolos con giros y guiñas de otros cantes. Pero no sólo los comarcales o personales son fandangos, también las malagueñas y los cantes de Levante se realizan sobre el armazón armónico del fandango andaluz, por eso los incluimos, también, en este gran complejo genérico.
Tonalidad
El fandango andaluz, tal y como hoy lo concebimos, tiene un elemento musical, en el plano armónico, que lo caracteriza, así como a todas sus variantes, populares y flamencas. Este distintivo se basa, por una parte en la alternancia de letras y variaciones instrumentales, y por otra la tonalidad en la que se acompañan estos cantes. La letra se canta en tonalidad mayor y el ostinato sigue el siguiente orden de acordes (en Do mayor): Do - Fa - Do - Sol - Do - Fa, para cadenciar en el Mi, y dar paso así a las variaciones de la guitarra sobre el ostinato de la cadencia andaluza: La (menor) - Sol - Fa - Mi. Algunas variantes de estos ostinatos las escuchamos en las malagueñas, tarantas o granaínas, sin embargo, el "patrón armónico" del fandango siempre subyace ante cualquier sustitución de un acorde por otro.
Compás
La métrica del fandango popular responde a un compás de 3x4. Los diferentes tipos de rasgueo en los de Huelva y en los abandolaos presentan numerosas variantes locales. El acompañamiento libre plantea, no una falta de ritmo como se suele decir, sino un ritmo interno que nace de la interacción entre cantaor y guitarrista, en beneficio de una mayor expresividad del texto cantado.
Estrofa
La estrofa sobre la que se cantan los fandangos es de cuatro o cinco versos octosílabos de los que se repiten uno o dos versos respectivamente para formar los seis versos de los que consta su estructura melódica. Así es habitual en toda la gama de fandangos encontrar supuestas estrofas de seis versos. En realidad son quintillas en las que el segundo verso -que pasaría a ser tercero- sirve también para abrir la estrofa, quedando la rima a, b, a, b, a, b. En realidad la copla del fandango lleva dos únicas rimas -a, b- que pueden combinarse como se quiera.
Claves
La estructura formal se basa en la alternancia de coplas y variaciones instrumentales, que es la principal característica de todos los fandangos. Su particular rueda armónica a su vez es otra de las claves para distinguir los fandangos. Para diferenciarlos entre sí hay que prestar atención al compás (Huelva o Verdial) o la tonalidad (malagueña, granaína, taranta).
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